viernes, 13 de noviembre de 2015

25 de Mayo de 2005. El día en el que aprendimos que nada es imposible.

25 de mayo de 2005, todas las miradas del mundo deportivo estaban puestas justo allí, en Estambul, un año más, se jugaba la final de la competición europea de clubes por excelencia, Liverpool y Milan se enfrentaban en la final de la UEFA Champions League 2005, eso era sabido por todos, lo que no sospechabamos es que esa final pasaría para la posteridad como una de las finales más míticas jamás vividas. Pero antes de llegar a la final, tuvieron que pasar muchos escollos hasta conseguir estar allí, donde cualquier futbolista querría estar aquel día en ese concreto instante, en el tunel de salida, con la orejona presente para ser una espectadora de lujo en una final de lujo. El Liverpool de Rafa Benítez venía de eliminar facilmente al Bayer Leverkusen en octavos (3-1,3-1), de sufrir un poco más en cuartos contra la Juventus (2-1,0-0), y de eliminar al Chelsea en semis tras dos partidos muy reñidos (0-0,1-0). Por su parte, el Milan de Carlo Ancelotti venía de eliminar al todopoderoso United en Octavos (1-0,1-0), de humillar a su vecino el Inter en Cuartos (2-0,3-0) y de sufrir del olindo contra el PSV Eindhoven en semis (2-0,1-3). Una vez visto su transcurso por aquella Champions toca repasar las alineaciones de aquel día: El Milan salió con Dida; Cafú, Stam, Nesta, Maldini; Pirlo, Gatusso, Seedorf, Kaká; Crespo y Shevchenko. Por su parte, el Liverpool salió de inicio con Dudek;Finnan, Carragher, Hyypiä, Traoré; Xabi Alonso, Luis García, Gerrard, Riise; Kewell y Baros.


 Con el español Manuel Mejuto Gonzalez como árbitro principal del partido, sonó el silbato y comenzó aquella final, el público se estaba acomodando y los espectadores nos estabamos preparando para ver una gran final cuando antes de que se cumpliera el minuto de juego, Paolo Maldini marcaba el primero para los de Ancelotti. 0-1. El Liverpool tenía y debia reaccionar, pero fue ahí, justo antes del descanso, cuando dos errores imperdonables hacen que Crespo se apunte dos dianas en el 39 y el 44 respectivamente. Aquella final estaba casi decidida. 0-3 al descanso, el Milan tenía la Champions en el bote.
El Liverpool debía tirar de épica para remontar aquel 0-3 adverso. Los minutos pasan, y el marcador sigue siendo el mismo, 0-3. Lástima de aquellos aficionados reds que apagaran sus televisores en el descanso, o simplemente, que eligieran entre los minutos 54 y 60 para hacer otra cosa que no fuese ver la final, porque así fue, Gerrard en el 54 abría la veda, 2 minutos más tarde, Smicer perforaba la portería de Dida con un zapatazo desde fuera del área, y así se llega al minuto 60, donde un clamoroso penalti de Gatusso sobre Gerrard es señalado por el colegiado, el encargado de ejecutarlo sería Xabi Alonso, al que le pudieron los nervios y le pararon el penalti, suerte que el rechace le cayó a los pies y pudo empujarla con Dida aún en el suelo. 3-3.
Era el momento del Liverpool, podía finiquitar aquella final en el tiempo ordinario, pero no pudo ser posible. Con 3-3 se llega a la prórroga, y el Milan vuelve a ser el de la primera parte, Traoré saca un balón de Shevchenko en la misma línea de gol, aparecerá tambien Dudek, Shevchenko aún se está preguntando cómo fue capaz de pararle aquella doble ocasión a bocajarro en los últimos minutos del tiempo extra. Y así se llegará a la tanda de penaltis, donde Hamman y Cissé aprovechan los fallos de Serginho y Pirlo para poner el 2-0 en la tanda de penaltis, el Milan recortaba distancias tras el gol de Tomasson y el fallo de Riise; Kaká y Smicer transformarán sus penaltis, y aquí se llega al momento cumbre de la final, uno de los mejores delanteros del momento Andriy Shevchenko era el encargado de forzar al Liverpool a tirar su quinto penalti, pero bajo palos estaba el hombre que ya le había comido la moral en esa doble ocasión a bocajarro en la prórroga y que será el encargado de convertirse en uno de los héroes de la final, tras pararle el penalti al ariete ucraniano del Milan. Así se llega al final, un capitán orgulloso como Gerrard alzando la orejona al cielo de Estambul, siendo ya consciente, de que había sido uno de los principales artífices de una de las remontadas más épicas jamás vividas en el fútbol. Aquel día fuimos un poquito más felices, aquel día el Liverpool demostró, que tanto en el fútbol como en la vida, imposible solo es aquello que nunca intentas.



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